Un investigador argentino tiene la certeza de que la talidomida, la droga que provocó malformaciones en miles de niños a fines de los años cincuenta, fue descubierta por los nazis y probada en los campos de concentración del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial.
Carlos De Nápoli, autor de varios libros sobre el nazismo, no cree en la versión oficial que indica que la dañina droga, que prometía acabar con las náuseas provocadas por el embarazo, fue creada por «Chemie Grünenthal», un pequeño laboratorio alemán que la patentó en 1954.
Este laboratorio sostuvo en su día que la droga fue descubierta por casualidad por científicos que tenían intenciones de desarrollar un antihistamínico.
«Tengo un documento que prueba que el fármaco había sido desarrollado antes de esa fecha y probado en los campos de concentración», señala De Nápoli.
Este documento, precisa el periodista e historiador, es un memorándum del 13 de noviembre de 1944 en el que Fritz Ter Meer, un ejecutivo de la petroquímica y farmacéutica alemana «IG Farben», comunica a Karl Brandt, médico personal de Adolf Hitler, que la droga había sido sometida a pruebas y estaba lista para su uso.
Este material histórico, que será la base de «Los laboratorios de Hitler», el próximo libro de Carlos De Nápoli, está en sintonía con una investigación paralela difundida recientemente por Martin Johnson, quien dirige en el Reino Unido una fundación que colabora con la víctimas de la talidomida.
«Con el doctor Johnson compartimos información y él ha llegado a las mismas conclusiones», subraya el periodista argentino, que ha participado como asesor histórico en varios documentales sobre el nazismo y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Al igual que su colega británico, De Nápoli sospecha que la droga pudo haber sido inventada por el científico nazi Otto Ambros, que tras ser condenado y perdonado por Estados Unidos «llevó sus conocimientos» a la «Chemie Grünenthal».
«En general se desconoce que Estados Unidos realizó juicios en Alemania contra médicos criminales nazis. Por avatares propios de la Guerra Fría, algunos fueron perdonados con el tiempo y muchos de ellos ingresaron en laboratorios importantes», enfatiza.
«Los que no pudieron hacerlo -apunta- fundaron pequeños laboratorios para introducir en el mercado drogas que habían probado con éxito en el campo de concentración de Auschwitz. Son los casos de Ambros y de Joseph Mengele, que en Argentina fundó ‘Fadrofarm SRL'».
De Nápoli cuenta que consiguió dar con el documento hace casi treinta años, cuando en Fráncfort visitó el edificio de la «IG Farben», por entonces cuartel general de las fuerzas de ocupación de Estados Unidos.
«Con el tiempo me di cuenta de la importancia que tenía», confiesa el periodista antes de considerar que este «rompecabezas» se armaría definitivamente si se abrieran los archivos de lo que fue el monopolio farmacéutico y petroquímico de Hitler.
Para De Nápoli, este hallazgo podría traer consecuencias al Gobierno de Alemania, que ha entregado compensaciones sólo a las víctimas alemanas de la talidomida, pese a que la droga se distribuyó en su momento en más de 40 países.
El historiador asegura que ya ha aportado este documento a una fundación española que asiste a víctimas de la talidomida y con la cual colabora enviando material que les ayude en su lucha para lograr un reconocimiento.
Se calcula que unas 6.000 personas en todo el mundo han sido afectadas por este fármaco, que fue retirado del mercado en los primeros años de la década de 1960, aunque en algunos países aún se comercializa de manera controlada. EFE
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