La maldición de Hugo Chávez

Israel Haiom/Aurora, Autor: Aarón Alboukrek, México.- “Aprovecho para condenar de nuevo, desde el fondo de mi alma y de mis vísceras, al Estado de Israel, ¡Madito seas Estado de Israel!, ¡Maldito sea! (aplausos). Terroristas y asesinos (gritos). Y ¡viva el pueblo palestino! (¡Que viva!) Pueblo heroico, pueblo noble bueno…, (más vítores y aplausos)“.
Así se expresó recientemente el presidente de Venezuela en torno al

abordaje de la Flotilla Libertad por el Ejército israelí ante una pequeña audiencia vestida de rojo que aplaudió su incontinencia discursiva. No se puede saber si esa audiencia lo hizo por sabia prudencia o convicción. Para el caso es irrelevante, el efecto mediático es lo primordial: criminalizar públicamente al Estado de Israel y hacer crecer a sus detractores semi pasivos para alimentar a las huestes de sus enemigos fácticos, tanto los que muestran el rostro como aquellos que no lo hacen para poder devenir en mártires.

Pero ¿quiénes son esos potenciales detractores? ¿Dónde están? ¿Qué aspecto tienen? ¿A quién dirige su discurso? A cualquiera no sería una respuesta convincente, su maldición no afectaría realmente la emoción de líderes políticos o académicos e intelectuales sensatos, él busca dirigirse a ciertos grupos de televidentes o cibernautas anónimos en todo el mundo que supone como marginados o agraviados por la injusticia social, la intolerancia, el racismo, la impunidad, la corrupción y la pobreza.
El discurso político corrompido de este supuesto estadista no busca hacer el bien en la región, sino generar mayor animadversión hacia el Estado de Israel. Si no se está en contra de Israel no se puede pertenecer a los guerreros legítimos de la justicia y la igualdad en un mundo atrozmente desigual. Israel no tiene derechos porque no conoce de pobreza y sí de dominación, dos aspectos que los pobres y marginados del mundo, entre ellos los palestinos, conocen con creces y cuyas causas son los poderes hegemónicos de los que Israel forma parte sustancial.
A los pobres y marginados se les ha hablado siempre con mentiras; la demagogia del capitalismo imperial ha sido el instrumento por excelencia de sus felonías, razón por la cual es imperativo hablar y gritar la verdad con un lenguaje accesible a los desposeídos, el prosaico, el chauvinista y el de las maldiciones. El mismo lenguaje de las vísceras con el que él mismo actúa y que sin importarle un comino ha costado tantas vidas en la historia de la humanidad; un lenguaje por lo demás indigno para cualquier ser humano. Los que le aplaudieron en ese preciso momento, ¿tuvieron miedo de no hacerlo?
Se cuida muy bien de no mencionar al pueblo judío para no ser tildado de incongruente con su postura socialista de ver en el poder de los Estados políticos capitalistas el origen de la maldad, la corrupción democrática y la opresión. Sin embargo, menciona al pueblo palestino y no a la Autoridad Palestina, como si ésta no existiese y como si no existiese una representación política autónoma interna en Gaza.
¿Por qué omite al pueblo judío? Él sabe que todos saben que el Estado de Israel es el hogar nacional del pueblo judío y que su ejército está formado por toda su población judía. Así, al soltar una maldición contra el poder de ese Estado nación espera que la asociación popular con el carácter judío del Estado y su ejército brote naturalmente y convierta la indignación por un Estado abusivo en una sigilosa ira racial revestida de conciencia política. Está consciente de la carga emocional que el gentilicio tiene y ha tenido en la Historia, no lo desperdicia. Usa la ignorancia, la pesada levedad de un gentilicio demonizado, impulsa su reactualización en un acto traducido como terrorista y homicida. Aprovecha cualquier oportunidad para vituperar a Israel de la misma manera que cualquier marginado injustamente aprovecharía el momento para maldecir a sus opresores. Israel siempre será una buena presa para gritar cualquier odio. ¿Cuántos comentarios racistas en la web no se deberán a ello?
En el discurso de Chávez se implica que el israelí judío se complace en matar, que siempre acecha con perversidad esperando una oportunidad para derramar sangre inocente, y que los pacifistas caídos son una prueba más de la villana y mortal trampa israelí. Su ignorancia sobre la historia contemporánea del Estado de Israel y del pueblo judío es tan crasa como su espesa y rancia astucia antisemita.
Su discurso colabora a corromper las palabras defensa y legitimidad entre otras muchas, de la misma manera en que la tecnología de hoy puede distorsionar imágenes o crear nuevas pasándolas como auténticas e inducir los juicios. El odio y las guerras se están mediatizando, es decir, se están masificando.
Al menos en español hay que regresar urgentemente a Don Quijote para salvar a esta lengua de la descomposición a la que está siendo expuesta gratuitamente. De la lengua de Cervantes brotó una hidalga y cardinal utopía, Don Quijote se esforzó en ella, pero estaba solo en su épica alegría. Su locura fue muy osada, buscar el bien, la paz, la justicia, el amor y la armonía con tan sólo un rocín, una lanza y Dulcinea. Murió siendo cuerdo, supo que había fracasado en su empeño, pero le heredó al mundo una verdad universal y libertadora: que la vida sin utopía y sin cooperación representa la miseria del ser humano y su muerte inútil, lo que nos sugiere que no es posible encontrar el humanismo en la maldición y el odio.
El español seguramente no será la lengua de avenencia en un futuro tratado de paz en Oriente Medio, pero haciendo a un lado las amenazantes distorsiones discursivas de Chávez puede inspirar con sabiduría a esa tierra de grandes profetas y escrituras a encontrar entre sus sabios a su Cervantes árabe y judío.

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